
Elementos del pensamiento critico
Observación:
La observación es el primer paso en el proceso de pensamiento crítico. Implica prestar atención a los detalles y recolectar información. Una buena observación puede ayudar a identificar patrones y relaciones que son relevantes para el análisis posterior.
Evaluación:
La evaluación es un proceso crítico que implica sopesar la información disponible y determinar su relevancia y fiabilidad. Un buen evaluador debe ser capaz de identificar sesgos y fallos en la información recopilada.
Síntesis:
La síntesis es el proceso de combinar la información recolectada, analizada y evaluada para llegar a una conclusión o solución. Un buen sintetizador debe ser capaz de integrar diferentes perspectivas y llegar a una conclusión coherente.
Claridad
Si un razonamiento no es claro, quien lo recibe tampoco puede valorar si la idea es cierta o relevante ni lanzar contraargumentos. En este caso conviene realizar preguntas como "¿podrías ponerme un ejemplo?" que ayuden a comprender, e incluso, visualizar la idea.
Veracidad
Una proposición puede ser clara, pero no exacta. Las vaguedades y las ambigüedades con enemigas de un mensaje sólido. Lanzando preguntas como "¿cuál es la fuente?" nos aseguramos de que la proposición, si procede de fuentes fiables, sea veraz.
Precisión
Una proposición como, por ejemplo, "esa chica es bastante alta" puede ser cierta y veraz, pero adolece de precisión. Ante una afirmación de estas características hay que solicitar más detalles: "¿puedes ser más específico?" o "¿cuánto mide exactamente?".

Análisis:
El análisis implica examinar la información recolectada en detalle y buscar patrones, tendencias y relaciones. Este proceso es fundamental para identificar las causas subyacentes de un problema o situación.

Interpretación:
La interpretación implica dar sentido a la información recolectada y analizada. Un buen intérprete debe ser capaz de hacer conexiones entre diferentes conjuntos de datos y llegar a conclusiones bien fundamentadas.
Pertinencia
Una proposición puede ser clara, veraz y precisa, pero no pertinente. Con esto nos referimos a si guarda relación directa con, por ejemplo, el tema a debate. Para asegurarnos de su pertinencia podemos cuestionar al interlocutor sobre cómo conecta con el tema.
Profundidad
Una proposición puede ser clara, veraz, precisa y pertinente, pero carecer de profundidad. Por ejemplo, la frase "No a las drogas", utilizada para disuadir de su consumo, aborda un problema muy complejo de forma superficial. "¿Podrías darme argumentos?" es la pregunta a realizar en este caso.
Amplitud
Una proposición puede ser clara, veraz, precisa, pertinente y profunda, pero no ser lo suficientemente amplia al no tener en cuenta otros puntos de vista. Preguntas como "¿hay otra manera de abordar este problema?" ayudan a coger perspectiva.
Lógica
Una proposición puede ser clara, veraz, precisa, pertinente, profunda y amplia, pero no tener lógica. Cuando argumentamos ponemos diferentes pensamientos en orden. Si dichos pensamientos se apoyan mutuamente, el pensamiento es lógico. Si por contra no se respaldan o son contradictorios, entonces la combinación no es lógica